Estudios, artículos y trabajos de institutos especializados en el mercado indican que la industria de embalajes está cada vez más presionada para crear alternativas más baratas e innovadoras. Crear alternativas, a través de la tecnología, que aporten beneficios al proceso y proporcionen al cliente diferenciadores de producto en el momento de la elección y también en el momento de la compra.
Esta afirmación es prácticamente una pauta de trabajo en la industria actual. No sólo el fabricante, sino toda la cadena de suministro está intensamente implicada en esta misión. Para que tenga éxito, hemos creado una serie de requisitos, todos ellos con infinidad de justificaciones.
Creamos la era de la industria tecnológica empaquetada con la actualización 4.0, apoyada en conceptos de fabricación más modernos, y a través de mucha investigación, se desarrollaron nuevos materiales. También hemos creado metodologías para nuevos procesos, perfeccionado la legislación que rige los principios de gestión y calidad, además de crear ciertos sistemas que han mejorado los tiempos de preparación de los proyectos. En resumen, hemos creado un mundo paralelo.
No es que todas estas herramientas de innovación (en el sentido de incorporar nuevas acciones) sean innecesarias, al contrario, son importantes para nutrir a la empresa con sus resultados. Sin embargo, el significado real de innovación puede interpretarse con algunas diferencias incrementales.
Ser innovador requiere mucha más práctica que teoría, requiere aspirar a más sin necesidad de grandes talentos para ejecutarlo. Ser innovador incluye idealizar un proyecto, construir un modelo, hablar con las partes interesadas y ajustar para que el resultado sea beneficioso para todos. Lo que quiero decir es que cuando nuestras percepciones nos hacen querer crear algo, es necesario que pase por las fases de realización llenas de argumentos positivos. De este modo, todos los integrantes de la cadena de producción saldrán ganando con la idea. Innovar, por lo tanto, es la suma de creatividad, práctica y resultados.
Sin embargo, es fundamental recalcar que innovar no significa ser inédito. La innovación es como un estado de ánimo que debe estar presente e impregnar todos los ámbitos de la empresa. Tiene que estar presente en todos los niveles de gestión y colaboración de la empresa. Tiene que manifestarse a diario y no sólo cuando se pone en marcha un nuevo proyecto para un cliente. Para innovar es realmente necesario un entorno innovador, una cultura y, sobre todo, una gestión orientada a la innovación.
En mi opinión, para innovar eficazmente, la empresa debe contar con un equipo especializado en la preparación y realización de nuevos proyectos (de innovación). Este equipo de gestión debe trabajar conjuntamente (ideas, recursos, marketing) para preparar las estrategias de aplicación práctica de estos conceptos, las técnicas y también toda la tecnología posible y los recursos disponibles que disponga la empresa. También hay que tener en cuenta las posibilidades que pueda ofrecer el mercado para satisfacer todos los requisitos esenciales de la cadena.
Por último, es importante considerar que innovar o no innovar puede ser el contrapeso que determine la permanencia de su producto y, en una situación más crítica, la permanencia de su empresa en el mercado. La innovación es, al fin y al cabo, una gestión estimulada por la utilización de los recursos (humanos y técnicos) de nuestras empresas. Una buena gestión de estos recursos dará buenas oportunidades para que la cadena de suministro se alimente de forma concisa y perenne.
Álvaro João Pressanto
Asesoría de Mercado – Trombini Embalagens S.A.